viernes, 3 de julio de 2020

HISTORIA DE JUAN CHIPOCO


JUAN CHIPOCO
El sueño americano de Juan Chipoco se cocinó con limones, ajíes, cancha chulpi y papas amarillas. No lo habría imaginado así jamás; no cuando lo dejó todo en 1993 para buscarse la vida en una tierra llena de maravillas y oportunidades conocida como Miami. El Perú no era entonces un lugar para idealistas, y Juan Chipoco tenía apetito por más: necesitaba alimentar sus pasiones y dar rienda suelta a la creatividad, que había sido su mejor herramienta desde que era pequeño. Lima estaba lejos de ser la capital gastronómica de Sudamérica, así que lejos es que él debió partir.
Hoy Juan conduce autos de lujo por South Beach, usa trajes hechos a medida y se codea con Emilio Estefan Ricky Martin, pero treinta años atrás era solo un chico de barrio miraflorino que debía ingeniárselas para ver por su mamá y sus hermanos menores. Su padre había fallecido cuando era tan solo un niño. En consecuencia, Chipoco se tomó muy en serio la tarea de proveer para que no faltase nada en su hogar. Tras terminar el colegio, entró a trabajar en una panadería regentada por un tío suyo. Allí cargaba sacos de harina de 50 kilos, limpiaba las estaciones y –poco a poco– empezó a jugar, experimentar en la cocina. Pero su futuro no estaba ahí. “Yo tenía sueños grandes, siempre los tuve”, cuenta Chipoco. Cuando le aprobaron una visa de turista para viajar a Estados Unidos, no tardó mucho en comprar un pasaje con sus ahorros. Se iría a Miami de ilegal hasta que pudiese resolver su situación. Tenía 21 años.
Si bien la sazón nikkéi define el menú de INTI.MO, el ambiente incluye más bien referencias andinas. El itamae peruano Hajime Kasuga trabajó con Chipoco para aterrizar los conceptos.
Una tía –que había visto solo en fotos– lo recogió del aeropuerto y lo hospedó los primeros días. Al tiempo, Juan se mudó a un departamento con cinco amigos. “Mi primer trabajo fue lavando platos en un restaurante chino. Luego entré a otro local de comida china, pero esta vez era de una familia peruana. Se llamaba El Chifa y era un referente en Miami en esa época”, recuerda Chipoco. Los dueños de aquel espacio supieron ver sus cualidades en la cocina y así Juan se convirtió en mano derecha del chef. Aprendió muchísimo, pero aún no era el momento de lanzarse al rubro gastronómico. Juan debía seguir trabajando para realizar el plan que había diseñado y que día a día se hacía más grande, más ambicioso. Fue personal trainer (aún entrena todos los días, de 5 a 7 a.m.) y nutricionista. Pero él quería cocinar, tener un título que no solo lo permitiese, sino le diese también las credenciales. Una vez que su situación legal en Estados Unidos se solucionó, volvió a Lima para estudiar. Era el 2007 y Juan Chipoco no era el mismo: había probado a qué sabe el mundo.
FIESTA EN AMÉRICA
Corte de cinta inaugural. Modelos con maquillaje en homenaje al dios Sol recibiendo a invitados y famosos. Prensa, influencers, amigos, foodies. La música de DJ se alterna con quenas y arpa. Todo –o casi todo– en dorado. Fotos, libros, recuerdos familiares y personales. Así fue la inauguración de INTIMO, la propuesta –acorde al nombre– más íntima, cercana, de Juan Chipoco. El otro lado de la moneda está en CEVI.CHE, la línea de restaurantes marinos –ya lleva tres locales: en Aventura Mall, South Beach y el downtown de Miami que empezó hace una década una vez que se graduó como chef. CEVI.CHE fue –y es– un boom: unas 1.500 personas cada jornada son las que visitan el espacio de comida marina que lleva al Perú como sello de calidad. En INTI.MO solo entran 75 comensales. Juan quería salir de su zona de confort. No importa de dónde vengan los triunfos, insiste. Lo que importa es el reto.


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